Relativa sombra, el nuevo poemario de Dora Battiston
Sin fecha de
presentación oficial aún, acaba de editarse, con el sello de Ediciones en
Danza, el libro de Dora Battiston Relativa
sombra.
Agradecemos a la autora el envío de
la imagen de tapa y un poema del nuevo material, “Thérèse”, como para que
vayamos apreciando y palpitando lo que se viene. La imagen de tapa (cuya reproducción acompaña este breve escrito) es un cuadro perteneciente a la serie Óleos de fuego del plástico santarroseño Gustavo Gaggero, llamado "Vestido de violeta".
Thérèse
Guardaba todo
en baúles
su vida tan
incierta de inmigrante
su amor
que la
abandonaba cada tanto
y se perdía
por ahí en un sulky
con otros
como él
juerguistas y
despóticos
alcohólicos y
ácidos
patriarcales
soberbios.
Retratada
su piel
blanquísima
sale entre
sombras
y arroja al
mundo una mirada gris
hasta la
misma piel
gastada en
años
quemada
finalmente en los ardores
de esa cocina
eterna
de hierros
infernales
noche y día.
Pero antes
fueron sábanas
infinitas
de tristeza
bordada
vainillas
pérfidas
documento de
tardes en que el viento arrasa
mientras los
hilos trenzan para siempre
aquella trama
blanca
que se guarda
en baúles
de silencio
y olor a
mujer sola
a miedo
a solterías
condenadas de
pueblo
a vida
confinada
en gineceo y
baúles.
A continuación rescatamos y actualizamos una nota escrita con motivo de la reedición del anterior libro de Dora, Imágenes. El artículo fue publicado originalmente en "Caldenia", La Arena, Santa Rosa, domingo 4 de diciembre de 2016.
La reedición de Imágenes
Los juegos de la memoria
Por
Daniel Pellegrino y Jorge Warley
En un
artículo sobre la llegada a las librerías de la poesía completa de Rodolfo
Fogwill, Luis Chitarroni (Ñ. Revista de
Cultura, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, miércoles 9 de noviembre de 2016)
recuerda que el autor solía sostener que “Todo libro, y todo libro de poemas,
es edición de autor…”. Como resulta evidente, se trata de una observación de
carácter simbólico y que, por lo tanto, puede interpretarse de diversas
maneras. Pero la afirmación bien sirve como prólogo a la reedición de estas Imágenes de Dora Battiston (Santa Rosa,
Fondo Editorial Pampeano, 2016).
Basta
observar el collage de antiguas fotografías de la familia para
imaginar a la autora revisando algún viejo álbum o una caja de zapatos de
cartón, sacándoles el polvo una por una con una franela, alejando cada una de
ellas para que los ojos puedan capturarlas en toda su intensidad y ponerlas en
movimiento hacia atrás en el tiempo. La madre y el padre jóvenes, los tíos que
se acaban de casar… Por supuesto que el sentimiento es el de la pérdida, pero
no se trata únicamente del dolor de aquello que se ha perdido, sino que la poeta
vuelve ella misma a ser un poco aquella nena que juega curiosa. Por eso en las
imágenes se asoman también las muñecas de porcelana, las flores, los collares y
los bordados. Puro juego de poesía de autor.
1987/2016
La primera edición de Imágenes se publicó en 1987 a través de la Secretaría
de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de La Pampa. Aquí las fotografías
son en blanco y negro y retratan escenas de los inicios de Realicó, el pueblo
natal.
La
reedición de 2016, en cambio, se compone con una serie de imágenes
escanografiadas por Laura Jaquez, hija de la poeta. En la tapa se expone un
collage de viejas fotos en las que se pueden reconocer a algunos
miembros de la familia de Battiston, entre ellos su padre, madre y tías de
Realicó.
Como
subraya Juan Ricardo Nervi en el prólogo, esta vuelta atrás no refiere sólo a
un paseo autobiográfico por la memoria, se trata también del regreso al momento
de fundación de una comarca que tiene nombre y apellido: Realicó, uno más de “los
pueblos de La Pampa campesina”.
Los
recuerdos toman entonces la forma del lápiz que vuelve al papel en blanco con
el trazo grueso, el dibujo apenas boceteado como el de aquel que va recuperando
la imagen de a poco, a tientas, como para que no se le escape:
Entre
polvo y raíces
en la
siesta
cuando
volvían a surgir los mundos
encendidos
y todo
era principio
pero
también continuidad de algo
Hay en
ese movimiento, del recuerdo y de la escritura, una suerte de eterno retorno al
origen, inicio permanente del pensar y del decir.
Según
cuenta la autora en la contratapa: “Es la ‘memoria del pueblo’, fragmentada en
esos cartones y reconstruida apenas, valiéndose de aquellos materiales que
residen más en la pregunta que en la certeza…”. Como se sabe, la poesía, forma
intensificada de la lengua, rehúye la afirmación definitiva. “Son apenas
signos…”, sostiene Nervi en la introducción a la edición original de 1987.
Nervi
enfatiza también, como virtudes de estilo, el “lenguaje poético sobrio”, la
“adjetivación precisa, sin concesiones a la sensiblería”, el “sugestivo
léxico”, todos ellos datos que iluminan también las fuentes poéticas de las cuales
Battiston se nutre, y que son los de la cultura clásica. Así, la “memoria del
pueblo” encuentra su inspiración en las églogas de Virgilio, los versos de
Catulo y de Safo. Cuando allá la “cultura campesina” nacía por vez primera, la
memoria larga.
La
memoria corta hilvana al mencionado Nervi, a Juan Carlos Bustriazo Ortiz (“rojo
génesis”), Edgar Morisoli:
ya que
aquí, entre nosotros,
solo
hay menguado cielo
donde
somos eclipse.
No es el mismo libro
-A 29 años de la primera edición, pido tus impresiones
actuales ante este nuevo texto, ante el mismo prólogo de Nervi.
-Claramente, el libro es otro. Ya tuve esa impresión al corregir las pruebas.
Los mismos poemas pero con distintas resonancias, los versos idénticos pero
aludiendo a otra representación sensible de aquel mundo original y extrañado
hasta la obsesión de las fotografías, hasta la reiteración incisiva y en
diversa escala del relato familiar. Una distancia, voces que ya no están. La
reminiscencia del 87: Nervi en la Universidad, hablando de Imágenes. Blanco y negro. Guri en
Realicó, leyendo poemas, y la mujer que se me acercó para decirme que había
estado en el momento en que yo nacía y despertó cierto sonido cósmico que fue
de lágrima incontenible. Todo lejos ahora. El libro me mira desde su presente y
parece un objeto sin historia, se escribió de nuevo y andará por su camino.
-Haber pasado de tres fotografías de la primera edición a
los collages de esta, ¿por qué?, ¿acaso para reactualizar el sentido del
poemario, resaltar lo fragmentario, hacerlo menos “histórico”?
-Sí, seguramente, es así pero
no lo decidí de ese modo. Pensé que podía incluir no ya las fotografías que
Carlos Rodrigo me había cedido aquella vez, y pasar a las del archivo familiar,
de donde surgió la materia real de Imágenes, al menos en su primera parte.
Además, mi hija Laura hacía tiempo que quería dar su interpretación ilustrada
de esos poemas que formaron parte de su infancia y también de la mía, en algún
circuito de la mímesis, claro, y así se incluyeron esas láminas, que dan un
tono contemporáneo a la mirada de los ochenta, la las vicisitudes de los
ochenta y a sus catarsis poética, porque eso fue en cierto modo este libro.
-Cuando volvés a pensar el Realicó, aldea gringa con nombre
indígena, ¿todavía la imagen es fantasmal, nostálgica?, ¿todavía es motivo
poético?
- Sí, claro, lo será siempre en el sentido en que operan la
infancia y los arquetipos míticos durante toda la vida. Es Rosebud, es la
colina de Pavese, la dacha de Tarkovsky. Ahora la nostalgia tal vez se llame de
otro modo, pero ese vínculo intemporal con el lugar sigue intacto, y sus
grandes misterios, como los muebles de la sala cubiertos de fundas blancas, los
tamariscos rodeando la casa y “el ruido de los trenes dividiendo la noche”
residen en la base de todo gesto literario, aunque se hable de otra cosa. No
nombro nunca a Realicó en mi escritura. Se define por otros rasgos, no puede
quedar encerrado en una toponimia, su sustancia es universal, su misterio no
reconoce otros nombres que los de los seres que habitaron el paraíso perdido,
porque esos nombres fueron definitivos para lo que yo he sido y soy.
Entre 2012 y 2014 hice una serie de viajes a la comarca, que ahora ha adquirido cierta urbanidad dinámica y hermosa. Y sin embargo pude andar sendas del pasado, reconocer sitios, volver al Molino, andar con la cámara en busca de rincones que todavía guardaran algo de mi breve pasado y de la historia familiar, recorrer muchas veces la estación del tren, ver la ruina de lo que fue el Restaurant Martino y la gran casa en que nací, conversar con mi prima María y con Gladys Sago acerca de aquellos años que guardaron nuestra imagen en una misma racha temporal. Digamos que recuperé parte de lo que habita en las fotografías y que fue una experiencia interesante, que agregó intensidad y fundó otros textos.
Entre 2012 y 2014 hice una serie de viajes a la comarca, que ahora ha adquirido cierta urbanidad dinámica y hermosa. Y sin embargo pude andar sendas del pasado, reconocer sitios, volver al Molino, andar con la cámara en busca de rincones que todavía guardaran algo de mi breve pasado y de la historia familiar, recorrer muchas veces la estación del tren, ver la ruina de lo que fue el Restaurant Martino y la gran casa en que nací, conversar con mi prima María y con Gladys Sago acerca de aquellos años que guardaron nuestra imagen en una misma racha temporal. Digamos que recuperé parte de lo que habita en las fotografías y que fue una experiencia interesante, que agregó intensidad y fundó otros textos.
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