Morisoli y Castelli, inca

 El mito en armas o Anunciación de Castelli Inca


Edgar Morisoli

Santa Rosa: Pitanguá, Voces (CPE), Universidad Nacional de La Pampa, 2014; 120 páginas + Video. Con ilustraciones de Dini Calderón, Marta Arangoa y Juan J. Harb.

Con un gran respaldo en la historia, fruto de sus consultas en archivos y en una amplia bibliografía, Edgar Morisoli entrega un nuevo poemario cuyo subtítulo es “Rapsodia para un imaginario americano (en seis estampas, con preludio, interludio y coda)”. Cada una de las “estampas” se compone de una “Antistrofa” y un “Centón”.

Nótese el vocabulario y las disposiciones estróficas que orientan el material poético hacia el acompañamiento musical. Así la “coda” son los versos finales de la estancia, estrofa de origen renacentista fijada su forma por Dante Alighieri y Petrarca, que con el tiempo ha ido generalizándose como cierre o complemento expresivo de una idea versificada y cantada. Por su lado, la palabra “centón” significa una composición literaria hecha de sentencias y citas ajenas, pertenecientes a diferentes autores. Morisoli elige, bajo esta denominación, citar largos párrafos de historiadores (y esto ocurre al final de cada una de las seis “estampas”), con el fin de contextualizar el suceso o mito que tematiza todo el poemario, cuyas referencias bibliográficas completas, “fuentes documentales” y “Repositorios consultados” se hallan al final de libro.

A partir de una larga y paciente tarea de lectura de documentos y textos de historia, y luego de una tarea no menor de producción y preparación pre-textual, se erigen las voces que inspiran los poemas y aún los poemas de tradición folclórica como la “Vidalita de Castelli” de página 42 (“Rosa de ausencia, María,/ perfume de la distancia,/ derrotado y no vencido,/ vidalitá,/ regreso por tu fragancia”).

Por otra lado, conviene tomar en cuenta la propia significación del poeta Edgar Morisoli en el campo socio cultural pampeano y especialmente santarroseño. Muestra de ello es que antes de darse a la imprenta, El mito en armas… tuvo su “lectura escénica” en el Teatro Español de Santa Rosa, en octubre del 2012. A sala llena, la puesta consistió en la lectura completa del poemario con acompañamiento musical, danza, proyección de video y exhibición de las obras plásticas que ilustrarían el libro. Otro aspecto poco común es que este libro fue editado con el triple sello de la UNLPam, editorial Voces (de la Cooperativa Popular de Electricidad de la ciudad) y la tradicional editora de los textos de Morisoli, Pitanguá.

No es la primera vez que Morisoli promueve una convocatoria de esta índole. En el año 1981, en el “Club Universitario” de Santa Rosa se da a conocer a modo de recital el poemario “Jornada de los confines”, publicado luego en Obra callada (Santa Rosa: Pitanguá, 1994; pp. 73-101), basado en el “Diario de viaje” de 1806 de Luis de la Cruz, un alcalde chileno que atravesó las por entonces incógnitas tierras pampeanas de Virreinato del Río de la Plata, con el fin de unir los dos océanos y trazar una ruta comercial entre el país trasandino y el puerto de Buenos Aires.

El mito en armas… tiene como punto de partida el suceso histórico ocurrido en 1812 en Huánuco, Perú. En aquel año una población de aborígenes y criollos se levantó en insurrección porque suponían cercana la liberación de la corona española. Hasta ellos habían llegado las noticias provenientes de Buenos Aires, es decir de la revolución de mayo de 1810, y el avance de las tropas libertadoras al mando de Juan José Castelli hacia el Alto Perú. Pero en marzo de 1812 el alzamiento fue derrotado por tropas del virrey Fernando de Abascal.

Este trasfondo histórico hilvana las distintas partes del poemario. En la “Estampa primera” se describen los aires de libertad en el virreinato del Perú, en 1811, insuflados por la llegada del ejército enviado desde Buenos Aires, al mando de Castelli y Monteagudo. En la estampa siguiente, pese a que los propagadores iniciales de la revolución de mayo fueron exonerados y el gobierno ha pasado a la Junta Grande presidida por Saavedra, se propaga el ideario revolucionario en todo el Perú y se va haciendo mito la espera de un Castelli liberador.

En la estampa tercera, ya Castelli ha vuelto a Buenos Aires luego de la derrota  en Huaqui y será enjuiciado; comienza la espera de la liberación. En el poema “Encrucijadas” (2014: 45), el sujeto poético expresa:

Quince mil quechua/aymaras, a fuer de hombres cabales, de varones

de América, y armados con sus hondas y sus libes,

en pie de dignidad y ya asumidos

como conciencias libres, como universo recobrado, dieron

el grito: ¡Inca Castelli!; la consigna

que germinó desde el imaginario

ancestral, comunero: ¡Castelli Inca! ¡Rey Castel, ya llega!

 

La estampa cuarta versifica sobre la represión en Huánuco ejecutada por el virrey Abascal. En el “centón” que acompaña a la estampa, los textos de historia citados mencionan la insurgencia de los pobladores del lugar y los alrededores: son clérigos, indios y criollos.

La estampa quinta se relaciona con la ejecución, es decir la muerte, de los insurrectos peruanos a manos de la autoridad imperial. La “antistrofa” enuncia y enlaza los hechos del Perú con el destino común de los pueblos americanos, en especial los sureños mapuches, lugar de enunciación de sujeto ahora lírico:

Yo, por ejemplo, escribo desde el Sur

casi fábula entonces,

salvo la ruta de la Sal o algunos

relatos de viajeros.

                                    Esto era

un territorio libre. Acá vivía

un pueblo libre, indómito,

una nación. Su gente americana

-progenie de los hombres de Alün a àtek y de Mamull Mapu-

La última estampa se abre con el poema “Hablare el último -Fantasmagoría de Simón Rodríguez”, en que precisamente la voz del maestro de Bolívar expresa que “hay un relevo. Siempre hay un relevo”; alude a la eterna y continua aspiración de libertad de los pueblos en pos de la emancipación definitiva. El poema es una especie de proclama en torno al porvenir de los pueblos y su lucha por vencer la opresión capitalista y colonialista.

El libro se enriquece con distintos metros, desde el largo aliento del versículo al verso rítmico y de arte menor ligado a la estructura de proyección folclórica, como el citado caso de la vidalita. Poemario compuesto a varias voces (consideradas –incluso- las citas históricas de los “centones”) en que el autor empírico se “heteronomiza” (por usar un neologismo que recuerde las distintas impostaciones que empleaba el portugués Fernando Pessoa en sus escritos). A Morisoli le gusta decir, y así lo expresa en una de sus “Notas”,  que el libro “ha sido concebido como un poema a ‘voces’ (o más bien a ‘tonos’, ya que la garganta es una sola)” (2014: 100).

Esto además forma parte del programa político-literario del propio Morisoli que ya se ha manifestado en otros libros y poemas. Se lo puede contextualizar con la teoría de la liberación de los ’60, época promisoria de transformaciones debido al avance del socialismo y los proyectos de equidad y solidaridad en Latinoamérica. Cuba consolidaba su existencia, y “Los intelectuales, hombres y mujeres de esa generación que por esos años iniciaban su recorrido profesional, seguían de cerca estos cambios decisivos y buscaban (…) ‘el perfil autonómico de América Latina’” (Zulma Palermo, Desde la otra orilla. Pensamiento crítico y políticas culturales en América Latina; Córdoba: Alción editora, 2005; p. 53).

Morisoli, al nombrar en El mito en armas...  a Simón Rodríguez y darle voz en la última estampa, vuelca su programa poético en el caudaloso río de Martí, Mariátegui, del “boom” latinoamericano, etc.; y también se conecta con la influyente presencia poética y militante de Pablo Neruda. Si bien toda esta generación se nutre de fuentes estéticas europeas, inician el camino de una teorización y una práctica literaria propias.

Y para completar el cuadro en el que se inscribe el trabajo de Morisoli, nada mejor que volver a citar palabras de Z. Palermo (op. cit.; 2005: 61) cuando señala que estos escritores han puesto en circulación “una ética de la escritura y desde la escritura proponiendo unas ciertas formas de ser de la cultura ‘local’, eticidad más próxima (…) a la moralidad social, una moral que surge de la necesidad de las personas y no del poder que explota y que domina”.

Daniel Pellegrino.

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