Julio Timo y el mural de “la esquina del herrero”


General Viamonte es uno de los 135 partidos de la provincia de Buenos Aires; en esa localidad, nació Julio Alberto Timo en 1933. En el territorio bonaerense cursó sus estudios iniciales pero poco después su familia se trasladó a Realicó, donde vivió hasta 1971. A comienzos de los setenta un nuevo y definitivo viaje lo llevó hasta la Capital Federal, donde a poco andar y desde entonces debió alternar la dedicación al que sería su arte con diversos oficios que le acercaran el pan. En esa ciudad moriría en 2009.

El interés por las artes plásticas que lo cautivó en la adolescencia lo llevó a formarse en dibujo y pintura; rápidamente se decidió por una curiosa especialización: la técnica de la dígitodespintura, en la que se formó con el maestro italiano Pietro Antonuccio.


Tuvo  a su cargo la confección de la escenografía de carrozas de la Fiesta Interprovincial del Trigo, organizada por la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Realicó, y diseñó también escenografías de obras de teatro y festivales de la zona.

En 2004 proyectó y pintó el mural alusivo a la colonización pampeana y la fundación de la localidad, que está frente a la municipalidad de Ingeniero Luiggi.



Los historiadores locales lo consideran iniciador del movimiento muralista en la zona norte de La Pampa, una labor con la que supo cosechar varios premios en la segunda mitad de los sesenta.


Alcanzó una popularidad mayor gracias a “Chumbito”; la tira diaria que publicó con el seudónimo de Lojanzo en el diario La Arena desde 1968 hasta su partida a Buenos Aires. “Chumbito” era un singular aborigen que sin mayor escrúpulo se metía con los temas de la política, la economía y la sociedad, tanto del ámbito nacional como del internacional, siempre mirados desde la particular perspectiva de su lugar en el mundo. Una mezcla de Patoruzú, Inodoro Pereyra y Mafalda, con medidas proporciones de ingenuidad y de picardía.

En su edición del 14 de agosto de 2002 el diario La Reforma le realizó una breve entrevista, aprovechando la circunstancia de que el artista se había corrido hasta General Pico para visitar a su hija. Timo contó entonces que los aires porteños habían sido benéficos para el desarrollo de sus quehacer estético, que varias de sus piezas habían sido adquiridas por empresas nacionales y que habían viajado a Brasil, Japón y Alemania; que ya estaba jubilado, por lo cual podía dedicar muchas más horas a la dígitodespintura. .


Aquel suelto de La Reforma, que pudimos recuperar gracias a una fotocopia, más allá de algunas exageraciones e imprecisiones, nos dio la pista de una de sus obras más singulares.

Se trata del mural que pintó en la famosa “Esquina del herrero” del barrio de Pompeya en el sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Casi donde la capital y la provincia se tocan, en la avenida Centenera al 3000, en el cruce con la calle o pasaje Eduardo Colombo Leoni.


Hay allí algunos carteles que recuerdan los versos más clásicos escritos por Homero Manzi para “Sur”, y mencionan que ese escenario urbano es precisamente el referente de la “esquina del herrero, barro y pampa…”, aquella poesía que musicalizó Aníbal Troilo para sellar uno de las más memorables piezas de la cultura argentina.

Según consta al pie de la obra, fue el Foro de la Memoria de Pompeya quien le encargó a Timo esa gran pintura conmemorativa que los años y los rigores de la intemperie han castigado sin piedad.


En la mítica esquina hay en la actualidad una librería cuyo dueño afirma desconocer cualquier tipo de información sobre ella y su autor, aun cuando es testigo cotidiano y privilegiado de su existencia y agonía. Y a ningún funcionario o institución oficial parece haberse interesado alguna vez en su preservación y eventual restauración.


Los detalles del mural que se reproducen en las imágenes que acompañan posibilitan mensurar el arte de Timo; a su vez, las fotos de encuadre más amplio dan cuenta de hasta qué punto la pintura se está convirtiendo en fantasma.



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